Por: Frank Calviño
En España hay miles de historias. Decenas de miles, cientos de miles, exactamente más de 250.000 historias. España ha sido uno de los grandes puertos de llegada para los exiliados venezolanos. Por eso comenzamos por ahí.
Y queremos empezar primero por lo difícil, por lo malo, por el fracaso. En Nueva Numancia vive una familia de venezolanos que me ha contactado a través de mi página El Susurro de las Cadenas. No están felices, no están contentos, sienten que nunca llegarán a ser parte de España: no les gusta la cultura, ni las comidas, ni las actitudes, ni las costumbres de las gentes ibéricas. Afirman que odian a los españoles.
Han preferido que no usemos el nombre de su familia, porque tienen miedo de “tener problemas aquí también”. Salieron de una zona humilde de Venezuela gracias a lo que definen como “la lotería” de tener un papá español. Este único familiar sirvió para que sacaran los papeles del cabeza de familia – de la esposa del ciudadano español – y luego por línea directa de la hija. El camino legal que me narran no es claro, no tiene sentido – no al menos hasta donde mis conocimientos sobre el tema llegan – pero es la historia que ellos quieren contar. Según ellos, están todos legales.
Su aterrizaje en Barajas fue difícil. Los “Gutiérrez” – como le llamaremos – indican que las autoridades ya se pusieron “popi” con ellos, apenas se bajaron del avión. Los tuvieron retenidos por horas, según cuentan, y hasta amenazaron con deportarlos.
Son cuatro: un niño de 8 años la madre y el padre del niño y la abuela, que era la esposa del ciudadano español. Tienen dos años en Madrid y no han conseguido trabajos fijos. El hombre ejerce de camarero, la mujer no trabaja. Se acogieron a la ayuda al inmigrante retornado apenas pusieron un pie en España, pero afirman que les “humillaron” cuando la solicitaron.
“Nos trataron como criminales. Nosotros fuimos ahí a pedir una ayuda que es de uno. No estábamos mendigando. Pero nos pedían una cosa y otra y otra y otra… no chamo… puro cuento. Ala final no nos la dieron, fue pura paja. Por eso me metí a camarero. Yo este país de mierda lo quiero dejar rapidito. Allá en Caracas yo tenía mi carro, mi casita, mis reales. Yo era jefe de recursos humanos en una empresa y no me iba mal. Pero bueno mi mujer pasaba el día quejándose que no se podía salir, que ella no quería correr riesgos, que cómo vamos a criar a la carajita en un país así de peligroso y bueno… al final nos vinimos. Pero no chamo. No estamos contentos, para nada contentos” explica el autodenominado “varón de los Gutiérrez” que llamaremos Pedro.
Presionado para contar su historia en España, Pedro Gutiérrez narra un relato de fracaso absoluto:
“Lo primero que hicimos fue alquilar en Vallecas, no pudimos pagar porque nos pedían 900 euros por un piso cagado de 70 m2. Luego nos tuvimos que ir a Buenos Aires. Tampoco pudimos. Después nos dió asilo un pana en Torre Arias. Luego nos fuimos a Alcalá de Henares porque y que era más barato… no joda pana…eso estaba botado pal quinto coño. Y mientras tanto nada de empleo. Yo matando tigres y mi esposa recogiendo comida en una ONG. Luego descubrimos Caritas y fuimos a pedir ahí. Yo nunca pedí en Venezuela… aquí vivo mendigando… ahora estamos en Nueva Numancia pero ya tengo tres meses sin poder pagar el alquiler. La casera anda arrecha pero yo le dije que se calme que la vaina está jodida. Yo tengo palabra, ala final yo le pago. Ala final siempre pago” dixit Pedro.
Su esposa en Venezuela era enfermera. En España ha intentado ejercer, pero sin revalidar la carrera eso es imposible. En la medida que se revela el relato descubro que los “Gutiérrez” votaron por Chávez y por Maduro. Me entero también que sus vecinos en Buenos Aires les denunciaron por “poner la música muy alta” y que Pedro ha sido detenido un par de veces por “no cargar los papeles encima” cosa que según él pasa porque los Policías Nacionales “se pasan de maricos”.
Le pregunto si volvería y me responde que si tuviera el dinero se iría ahora mismo. Me indica que se siente atrapado. Que culturalmente no entiende a los españoles. Que todo parece ofenderlos. Que lamenta, profundamente, haberse venido porque ahora no tiene dinero para regresar y que se emocionó sinceramente cuando escuchó al gobierno Chavista proponer “misiones de rescate” para pagar el retorno de los inmigrantes. Su sueño es que Guaidó cumpla con eso también, en caso de producirse la transición, y que una de las primeras acciones del nuevo gobierno sea subvencionar el retorno de los exiliados. Nos despedimos.
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