Rossana Adriana Pastor o simplemente Adriana, como le dicen sus amigos y familiares, es de esas mujeres que saben muy bien sacar lo mejor de cualquier situación. A través de su sonrisa, pequeña en fotos, pero sustanciosa en sentimiento, se puede saber que hay magia dentro de ella. El amor por su esposo, su hija y su país la mueven.

El 15 de mayo de 2014 llegó a Francia, dejando su vida en Los Pijiguaos, estado Bolívar, a kilómetros de distancia. Lo suyo fue lanzarse a los brazos del amor. Su esposo de origen Francés la atrajo hasta la ciudad de Lyon en aquel momento. Sin embargo, ese nunca fue el plan A.

A diferencia de la actitud de muchos, su pareja quería y tenía mucho interés de vivir en Venezuela y aprender sobre la cultura latinoamericana. Pero claro, la mala situación económica y la inseguridad en la que estaba envuelta el país les hacía dudar. Hasta que se vieron cara a cara con el peligro, con el miedo.

En el 2013, Venezuela ya había perdido parte de su brillo a los ojos de Adriana. Llegando a casa, a bordo de un taxi, fue interceptada por un grupo de delincuentes que le apuntaron directamente a ella y al chófer que la acompañaba.

“Yo solo pensaba que estaba a punto de morir. Afortunadamente el conductor dio marcha hacia atrás a toda velocidad y los maleantes decidieron irse del lugar… Y justo ese día me dije que no podía seguir viviendo con miedo, que no era la vida que quería para mí, ni para mi futura familia. Así que cambiamos los planes y decidimos hacer nuestra vida en Francia”, dice la morena de cabello rizado que protagoniza esta historia.

Una vez en el reconocido país del lujo y la moda, llegó el momento de adaptación. De comenzar de cero. El idioma era el principal impedimento de Adriana, quien para la fecha de su llegada no hablaba nada de francés.

“Ir a comprar el pan o responder el teléfono me daba muchísimo pánico. Tenía miedo de no hacerme entender, pero con el tiempo fui ganando confianza y ahora no hay quien me calle”, afirma entre risas.

Además de esto, los choques culturales, el clima, los lugares y demás fueron llegando a ella en estampida, por lo que la bombilla sobre su cabeza se encendió. Y así es como nace “Una venezolana en Francia” un canal de Youtube con el que se propone ayudar, aconsejar y servir de guía a todo aquel que elija a esta nación europea como su destino.

Aunque estuvo contemplando la idea desde que emigró, no fue sino hasta noviembre de 2015 que finalmente hizo el lanzamiento del primer video.

“La satisfacción más grande ha sido poder transportar a cualquiera a través de una pantalla, poder ayudar a quienes tienen inquietudes sobre la vida en este país o simplemente maravillar a quienes aman conocer otras culturas”, manifiesta llena de orgullo y de cariño, ese que le dan sus seguidores.

Su meta es poder trabajar de la mano junto a grandes empresas de turismo de Francia para poder llegar a muchas más personas. Quiere ser referencia en Francia. Algo así como una ventana, o el agujero de una puerta, por la que el emigrante o visitante pueda ver.

Por ahora, no le brinda el sustento suficiente como para mantenerse de ello, por lo que trabaja en una tienda para cubrir sus gastos. Esto sin dejar su pasión y sueños de lado.

Si, como todos, se levanta y se acuesta todos los días siendo una inmigrante, pero una buena. Una que quiere y ayuda. Que dice, aconseja y brinda apoyo del que ella tanto necesitó en su momento.

Hoy, su principal motor es su hija. Una pequeñita a la que todos los días quisiera transmitirle ese amor por su país, Venezuela, el mismo que el que Adriana ha aprendido a sentir por Francia.

Cuando le preguntan si volvería a su país, ese de las arepas, no lo piensa dos veces. “Me encantaría volver, aunque por los momentos solo de visita. Quiero que mi hija se sienta conectada con mi cultura, con el país que me vio nacer. Además, mi esposo está impaciente por descubrir a que saben las cachapas con queso ‘e mano, el casabe y la yucuta (algo típico del estado Amazonas)”, dice sin tapujos.

Sinaí P.

sinaisinai77@gmail.com

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