
Las segundas oportunidades
Sólo en contadas excepciones podemos buscar a esas personas y darles nuevamente la oportunidad de entrar en nuestras vidas o nosotros en las de ellas.
Por: Alfonzo Iannucci
La primera vez que traté de leer “Cien años de soledad” tenía 9 años e intenté leerlo influenciado por una hermosa profesora llamada “Milagros”, quién lo llevaba consigo a la escuela donde estudiaba y lo leía sentada en su escritorio en las horas que nos tocaba de recreo.
Pese a mis esfuerzos fue realmente uno de los libros que más llegue a odiar. Odiaba que varios de los personajes se llamarán de igual manera, que el pueblo se llamará “Macondo”, que al leerlo sintiera que estaba en una jungla y sobretodo que no pudiera pasar más allá de la página 50.
Para mí, era sin duda un libro mal escrito al cual le habían dado un mérito que no se merecía y por eso mi profesora demoraba tanto en leerlo. Un novela incompresible desde todo punto de vista.
Sin embargo, años después, cuando tenía 15 años y en una de esas tantas tardes cuando el aburrimiento afloraba en mi vida cotidiana, tomé nuevamente el libro (el cual estaba en el mismo lugar donde lo había dejado abandonado la primera vez que lo leí) y empecé nuevamente a leerlo.
Esta vez, las palabras adquirían para mi otro significado. Ante mí saltaban las imágenes, olores, ruidos, sensaciones y de pronto era Yo un protagonista más de todo cuanto allí ocurría.
No podía parar de leer. Lo terminé en un mismo día y esa semana lo releí varias veces.
Me parecía increíble y no comprendía que se tratará del mismo libro que años antes había despreciado y odiado con tanta fuerza.
Con el tiempo entendí que el libro era exactamente el mismo pero que yo había cambiado. Cuando lo leí la primera vez no estaba preparado para apreciarlo en su justa medida.
Me gusta creer que cada vez que leemos un libro en distintas épocas de nuestras vidas adquiere un significado diferente. El aprendizaje es distinto, en ocasiones complementarios a los que teníamos y en algunos casos contradictorios a los que teníamos originalmente.
Pienso que con las personas ocurre algo parecido.
¿Cuántos compañeros, vecinos, familiares, amigos y amores hemos conocido en épocas en las cuales no estábamos preparados para apreciarlos en su justa medida?
¿Cuántos a quiénes recordamos años después con tanta fuerza a pesar de haber compartido tan poco?
Nosotros mismos hemos sin duda infravalorados alguna vez.
Nos han devuelto a la biblioteca con tan sólo leer unas pocas páginas de nuestra vida y en algunos casos para algunas personas aún tenemos el empaque completo, es decir, no conocen siquiera la portada de nuestra vida. Sólo somos una referencia. Cuando mucho un nombre.
A diferencia de los libros, las personas no están allí siempre para buscarlas y darles nuevamente una segunda oportunidad.
Sólo en contadas excepciones podemos buscar a esas personas y darles nuevamente la oportunidad de entrar en nuestras vidas o nosotros en las de ellas.
Así que desde hace un buen tiempo, observo a mí alrededor y reflexiono, buscando ejemplares que quizás se merezcan una segunda oportunidad o quizás esperando ser ese ejemplar que alguien esté buscando.
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