Diáspora Venezolana. – Mi nombre es José Carrillo, aunque como es el mismo nombre de mi papá me dicen Junior Carrillo desde muy chamo. Tengo 25 años y nací en San Fernando de Apure, pero por diversas razones viví en casi media Venezuela.

Hace 3 años emigre a Colombia como cientos de miles de compatriotas.

La travesía que viví junto a mi esposa embarazada es algo que quiero compartir porque así como en su momento yo leía estas historias de diáspora venezolana y tomaba impulso, creo que algunos que lean nuestra historia pueden de alguna manera incentivarse.

Mi esposa y yo, una pareja joven de recién casados decidimos emigrar cuando ella quedó en estado de nuestro primer y único hijo hasta la fecha. Yo tenía unos ingresos relativamente buenos en Venezuela con los que ayudaba a mis padres y vivíamos en una residencia en la ciudad de San Juan de Los Morros, en donde además estudiamos en la universidad. 

Un día reflexionando entendí que tener un hijo en Venezuela no era una buena idea. Yo soy programador, fui cadete naval y por motivos «revolucionarios» fui dado de baja, luego estudie Ingeniería Informática hasta que mis padres pudieron ayudarme y la verdad si quería ser un verdadero padre y quería honrar lo que mis padres me habían enseñado tenía que salir de Venezuela.

Fue entonces cuando se me dio la oportunidad de venirme a vivir a Medellín. Conseguí por medio de un amigo un proyecto que por su envergadura me daría la posibilidad de salir del país hacia Colombia. Así que le dije a mi esposa y un buen día nos vinimos. Desde ese momento la vida comenzó a darnos lecciones muy importantes que nunca olvidaremos.

El viaje desde Venezuela fue terrible. Nos estafaron una supuesta empresa de viajes en Cúcuta, luego el primer año fue horrible, llegamos incluso a un día donde solo teníamos como 200 gramos de arroz y un huevo. Mi esposa lo hizo y ella se comió lo blanco y yo lo amarillo. Pero nunca perdimos la Fe, la constancia y las ganas de que nuestro hijo naciera en un mejor lugar.

Recuerdo incluso que el día que mi hijo nació tenía como 2 noches sin dormir, y esa noche que le dio el dolor de parto solo teníamos dinero para el taxi de ida al hospital, no para regresarnos. Esa noche fue larguísima y solo estuvimos mi esposa y yo.

Recuerdo mirar con algo de envidia como todos los padres que estaban esa noche allí tenían al menos a un familiar al lado de ellos y nosotros solo nos teníamos el uno al otro. 

Aún hoy donde todo ha mejorado lo recuerdo y no puedo evitar que se me salgan algunas lágrimas. Son sentimientos encontrados porque estuvimos solos físicamente, pero Dios nunca nos abandonó y de alguna manera u otros nuestras familias nos hablaban por el único teléfono que teníamos.

Algunas veces recuerdo que tuve que romper algunas camisas de algodón para que mi hijo tuviera un pañal de tela que ponerle. Incluso una vez nos cortaron el gas y se imaginan cómo vivimos eso con un bebe de 3-4 meses. 

De hecho, un día de esos que a todos los migrantes nos pasa, me sentía todo un inútil cuando vi a mi hijo y me di cuenta que casi toda la ropa que tenía era ropa regalada de vecinos.

Gracias a Dios desde enero de este año pude conseguir una empresa que me contratara. De hecho hasta la visa me tramitaron, y no fue por mucho tiempo que trabajé con ellos, pero fue lo justo para comenzar a mejorar nuestras vidas. Tanto que el día que me pagaron el primer sueldo, pude hacer un buen mercado y lo agradecimos porque hasta ese día nos llegaba la comida.

Ahora trabajo para una gran empresa internacional. Mi sueldo es cada vez mejor y de hecho ya estoy tramitando uno de mis sueños. Registrar mi propia empresa de desarrollo de software la cual ya solo estoy esperando la «resolución» para comenzar por todo lo alto a devolver un poco de lo que Dios me ha dado.

Mi hijo es un niño muy feliz, sano y ha tenido siempre lo que ha necesitado. Quizás no todo lo que ha querido pero siempre me he esforzado por darle lo que necesita y creo que lo he logrado.

En comparación con el primer año las cosas van muy bien. Mi esposa y yo estamos incluso invirtiendo en negocios para diversificar un poco los ingresos. Y todo ha sido primero gracias a Dios y luego a nuestra paciencia, ganas de salir adelante y el impulso que nos da nuestro hijo. 

Creo que somos jóvenes, pero no jóvenes cualquiera. Somos personas emprendedores y luchadoras, así somos los venezolanos.

Mi mensaje para todos los que lean esta historia es que no se desanimen, siempre habrán dificultades, eso es inevitable. Lo que nos hace grande no son los problemas sino las soluciones y que mejor ejemplo que el “ ir haciendo». 

Mi esposa y yo llegamos a tener muy grandes problemas, y yo llegué a sentirme como un completo fracasado no una, ni dos veces, sino casi todos los días por más de un año. 

La vida me ha enseñado que uno no siempre tiene lo que quiere, sino lo que necesita y  que es mejor aprender a valorar antes de tener valor.

Aun sigo ayudando a mis padres. Gracias a Dios he tenido esa oportunidad, y espero algún día retomar mis estudios, aunque en mi profesión y al nivel de lo que hago, realmente un título universitario es igual a un lindo adorno en la oficina. 

Sin embargo, es un sueño y un lujo personal que me quiero dar y espero compartir mi conocimiento con miles de personas que lo necesiten, por eso espero que pronto todo en Venezuela mejore para poder compartirlo en mi tierra.

Gracias por leer mi historia, la historia de una familia joven, como puede ser la tuya y que de verdad te digo, problemas en tu casa, con tu pareja, contigo mismo nunca van a faltar, pero se tu mas grande que el problema. Los egos y las decisiones no son eternos. Recuerda que siempre puedes luchar por lo que quieres. Eso si es tener fe, creer en ti mismo.

Mi sitio web es: www.juniorcarrillo.com  y allí tengo un blog donde también explicó par de cosas útiles para venezolanos en Colombia.”

 

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