Por: Alfonzo Iannucci

Los viajes en carretera suelen ser ocasiones que invitan a soñar. Y el bus que hacía el recorrido desde Guatire a la Universidad Metropolitana de Caracas brindaba la ocasión ideal para que un joven con orígenes italianos fantaseara con conocer Europa.

Ranses Donato estudió ingeniería mecánica en la Universidad Metropolitana de Caracas gracias a una beca que consiguió por su destacado rendimiento académico. Al mismo tiempo, estudió ingeniería de petróleo en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

“Estudiar dos carreras en simultáneo me hizo ganar el apodo de El loco de las dos carreras. Vivía corriendo siempre para tomar el metro o el autobús y eso me dio la visión de dos Venezuelas: una humilde y complicada en la UCV, y otra con menos limitaciones en la Metropolitana, una de las universidades más costosas del país”, comenta Ranses.

En la Metropolitana hizo varias amistades, entre las que destaca la que tuvo con Eduardo Goncalves, otro estudiante de Ingeniería Mecánica con quien compartió de manera especial en los últimos años de la carrera, hasta que este decidiera emigrar a Alemania junto a su novia.

Ranses junto a Eduardo y su novia Ana Gabriela

Con tan solo 21 años, Ranses se graduó de Ingeniero Mecánico. Como su prioridad era conseguir empleo para generar ingresos que le permitieran ayudar a su familia, dejó en pausa la carrera de petróleo en la UCV. Durante un tiempo, dio clases particulares de matemática y física para mantenerse.

Su primer empleo como ingeniero fue como coordinador de mantenimiento en una empresa que procesa cereales en Guatire. Duró pocos meses, ya que en enero de 2019 consiguió una mejor oportunidad en la empresa Mecanelec, que se dedica a la instalación de generadores eléctricos.

Ranses en Menanelec

“Fue una experiencia enriquecedora que me enseñó muchas cosas. En los casi dos años que estuve en la empresa instalamos más de 100 generadores en diferentes ciudades del centro del país. Además, me dejó una gran amistad con el que era mi jefe, Ramón Suárez, alguien de quien aprendí mucho y que estuvo, incluso, en mi despedida de Venezuela”.

A principios de 2020, su amigo Eduardo le comentó que la empresa de ingeniería en la que trabajaba desde hacía unos años en Alemania necesitaba a alguien de su perfil, y que les había hablado de él.

“Recuerdo que, en una ocasión, poco antes de irse a Alemania, Eduardo me comentó que una vez que estuviese establecido me ayudaría a irme, pero yo no le tomé muy en serio y pensé que eran de ese tipo de frases o palabras que se dicen dos grandes amigos cuando el destino los separa”, comenta Ranses. Sin embargo, Eduardo no lo decía “solo por decirlo”.

A través de su amigo y colega, estableció contacto con un representante de la  empresa y empezó a indagar más acerca del puesto, al mismo tiempo que averiguaba y tramitaba los papeles necesarios para obtener la visa de trabajo.

“No sé aún por qué motivo yo había tomado en la Universidad algunas materias electivas en alemán. Eso me había dado algo de conocimiento del idioma, así que retomé nuevamente los estudios con cursos en Youtube, películas, canciones, Duolingo e, incluso, cambié el idioma de mi celular y después no podía ni mandar un mensaje”, confiesa entre risas.

En agosto de 2020, la empresa le comentó que seguían interesados en él, pero la pandemia había retrasado un poco los planes. Así que aprovechó esos meses para seguir mejorando su manejo del alemán, y en octubre, finalmente, recibió la oferta de trabajo en firme.

Sin embargo, ahora se presentaba un inconveniente. En ese momento, debido a la pandemia, la embajada de Alemania en Caracas no estaba otorgando citas y Ranses no podía realizar el trámite necesario para obtener la visa de trabajo.

“Me decían que el espacio aéreo estaba cerrado y no podían dar visas. Mi contrato indicaba que comenzaba el primero de enero de 2021 y me desesperaba pensar que podía perder esa oportunidad”, recuerda Ranses.

Un día, recibió un correo con una cita para que fuera a la embajada sin indicarle mayor detalle del trámite a realizar. Le recibieron su documentación y le conminaron a dejar su pasaporte para otorgarle la visa en un lapso indeterminado.

“Yo estaba nervioso por el poco tiempo que tenía y por tener que dejar mi pasaporte. Recuerdo que esa cita fue muy cerca del 18 de noviembre, y al hablar con mi mamá, ella se puso a cantar la gaita del ‘18 de noviembre’, dedicada a la Virgen de Chiquinquirá. En ese momento supe que todo iba a estar bien, ya que muchos acontecimientos de mi vida han estado ligados siempre con fechas importantes de mi fe católica”, comenta con ilusión.

Ranses junto a su padre Rafael, su madre Judith y su hermano Raffaele.

Finalmente, recibió el pasaporte con su visa el 21 de diciembre. Fue a partir de ese momento cuando decidió contarle al resto de su familia y amistades sobre su intención de hacer vida en Alemania. Hasta entonces, solo sabían de sus planes su mamá, Judith; su papá, Rafael; su hermano, Raffaele, y algunos íntimos amigos.

Salió de Venezuela un 3 de enero y llegó a una fría Frankfurt el 4 de enero.

“Llegué con una chaqueta que me regaló mi exjefe, Ramón, y con ella pude hacerles frente a esas primeras semanas de intenso frío. Eduardo me recibió en su casa y allí estuve unos meses mientras lograba conseguir una habitación”, cuenta Ranses.

Su primer trabajo fue en un puente de 420 metros de longitud que utilizaba la técnica del lanzamiento de coeficiente incremental y en el que estuvo por casi diez meses. La comunicación, desde los primeros días, fue toda en alemán, y solo a partir de los tres meses fue cuando empezó a tener mayor claridad en el idioma. Eso lo agradece en cierta manera: quien era su jefe en ese momento tenía un carácter bastante complicado, por lo que comprendió que muchas veces fue mejor no entender bien lo que realmente le estaba diciendo ni cómo se lo estaba diciendo.

Actualmente, Ranses trabaja en otro puente y el equipo con el que ha coincidido le ha permitido crecer de manera exponencial en muchos ámbitos.

Ranses en su obra actual

“Tengo un colega griego que ha vivido en varias partes del mundo y siempre busca sacar lo mejor de ti. Mi jefa, Sonia, es una mujer muy amable, y el ambiente laboral actual es muy diferente al que tuve en mi primera obra. Aquí, incluso, cocinamos, quedamos algún día fuera del trabajo. Les he hecho arepas, y a Sonia le encanta las que tienen aguacate porque nunca lo había probado.

“En esta segunda obra, ya no siento que le ‘estorbe’ a nadie. Mis responsabilidades han crecido y ya puedo estar en reuniones, enviar correos y tener conversaciones de manera fluida, aunque aún me falta mucho por aprender del idioma”, asegura Ranses.

Su amistad con Eduardo se ha fortalecido en Alemania. Aunque trabajan en obras diferentes, siempre comparten cuando tienen oportunidad, además de llamarse o escribirse de manera frecuente.

A diferencia de muchos inmigrantes venezolanos, Ranses no buscó amistades latinas al llegar. Buscaba mejorar su alemán y la mejor manera de hacerlo, aparte de estudiarlo, era relacionarse con alemanes o personas de otras nacionalidades que le hablaran en alemán.

“Mi abuelo decía que uno tiene que ser del tamaño del compromiso que se presente. El idioma es un obstáculo, pero aún más lo es la soledad: el no tener a tu familia cerca y volver del trabajo sin tener a nadie en casa que te dé apoyo después de un mal día”.

Hace unos meses, y gracias a su amiga de la Universidad Metropolitana, Ana Gabriela (residente en Regesburg), tuvo la oportunidad de conocer a Valentina, una preciosa colombiana con la que sintió una conexión inmediata y de quien se atreve a expresar que es la mujer indicada.

Ranses junto a su novia Valentina

“Yo tenía más de tres años sin pareja, entre otras cosas, porque soy una persona seria y no me gustan las relaciones pasajeras. Conocí a Valentina y siento que fue amor a primera vista. A veces creo que una casualidad conocerla, pero luego pienso en las cosas que tuvieron que darse en la vida de ambos para coincidir tan lejos de nuestros países y concluyo que es el destino. Nuestro destino estaba escrito”.

Al preguntarle sobre lo que más le gusta de Alemania, nos menciona muchas cualidades de la idiosincrasia alemana como la transparencia, la lealtad, la honestidad y la amabilidad que te permiten, en el frío, conseguir calidez; y en el calor, conseguir siempre frescura.

“Hace unos días, hicimos una actividad en canoas para fortalecer el trabajo en equipo. Ellos saben que me gusta mucho cantar, y me pedían que lo hiciera. Empecé a cantar la canción “Venezuela” mientras remaba. Ellos se reían y me veían con asombro, porque no entendían nada de lo que decía. De vez en cuando, les traducía”.

Ranses con sus compañeros de trabajo

La comida alemana, en la cual predominan los embutidos y derivados del cerdo, le parece muy buena y sabrosa. No obstante, a él le encanta cocinar, así que casi siempre se prepara su comida con “toques venezolanos”, especialmente cuando consigue algunos ingredientes de nuestra tierra. Sin embargo, el sabor resultante no siempre es exactamente el mismo, y algunos productos, como el plátano, no le resultan fáciles de obtener aún.

“Si tengo que escoger algo, diría que la sensación de tranquilidad es lo que más me gusta de Alemania. Yo puedo salir sin ningún problema a la hora que sea y tengo la seguridad de que nada me va a pasar. Yo he estado en España e Italia recientemente, y no se siente igual que aquí. La economía va y viene en cualquier país, pero la tranquilidad no tiene precio”.

Ranses en sus últimas vacaciones

De Venezuela extraña sus amigos, la música, las gaitas y el calor familiar, que en la época de diciembre se suele echar de menos con mayor intensidad. Sin embargo, al preguntarle si volvería a Venezuela, suspira profundamente y medita por unos segundos su respuesta:

“Es una pregunta difícil. Desde que soy joven, mi parte italiana siempre ha vibrado dentro de mí. Soñaba con conocer Europa, aunque lo veía muy lejano. No pierdo la fe en que Venezuela se enrumbe a una mejor situación, pero me gustaría quedarme de este lado del mundo y contribuir en lo que pueda a mi país desde aquí, sin olvidarme nunca de dónde vengo, pero ya desde este lado del mundo”, concluye Ranses.

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