Por: Luis D. Sánchez

Las pasadas “elecciones” presidenciales del 20 de mayo de 2018, trajeron como consecuencia la consolidación del aparato autocrático del gobierno Chavista.

La lealtad en la autocracia se caracteriza por la deshonestidad.

¿Qué es lo que hace posible que todavía una elite del chavismo siga teniendo lealtad a Maduro? La corrupción. Maduro permite que las distintas columnas del gobierno participen en actividades ilícitas para generar rentas que sostengas sus placeres personales.

La corrupción es la “…práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas (organizaciones) en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores” (Diccionario de la real academia Española). Es decir, los corruptos usan los fondos públicos con fines individuales.

Actualmente existen más 300 mil millones de dólares depositados en el extranjero, que son producto del billón y medio de dólares de la renta petrolera de estos últimos 19 años. ¿Cuál es la legitimidad de ese capital?

Si se hace una auditoria se confirmaría que los corruptos chavistas tienen propiedades en el extranjero y depósitos de capitales ilegítimos. Y, ¿De dónde sale todo este dinero? Pues de las distintas casos de corrupción: Fonden, caso Odebrecht, el narcotráfico, empresas de maletín (PDVSA, Aires fresco…), Cadivi… etc.

Todos percibimos la corrupción. Incluso, sé que muchos chavistas dentro del gobierno saben quiénes son los que se han aprovechado de las arcas públicas. Pero por la lealtad falsa y los intereses personales de los dirigentes medios, impide demandar integridad a sus superiores. La verdadera aspiración de la dirigencia política es ser parte de la “repartición” de las arcas públicas.

La corrupción es evidente cuando ni siquiera existen sistemas confiables de control a la gestión de gobierno, y mucho menos auditorias de un poder independiente. Pero “no podemos pedirles peras al olmos”, un sistema autocrático no puede proporcionar transparencia porque precisamente es la corrupción el fundamento de la lealtad.

La corrupción es introducida en el alma de la función pública y se ha convertido en una práctica cotidiana y vista normalmente. No hay ningún trámite burocrático que sea íntegramente gestionado. Si por alguna casualidad nos conseguimos con algún funcionario honesto, nuestro impulso es premiarlo por su trabajo. Desde el ciudadano hasta el funcionario más alto, se siente impulsado por la corrupción.

Esta constante práctica me lleva a denominar que Venezuela se ha convertido en un Estado depredador, que según Francis Fukuyama, el Estado Depredador se organiza criminalmente para despojar los recursos con el fin de generar una renta que, gran parte de ese porcentaje, se destinara al uso personal.

La profundización de este tipo de Estado es la consolidación de una banda criminal corrupta que gobierna: ¿Qué implicación trae esta forma de criminalidad? La injusticia. Sin justicia no existe un incentivo para la virtud, y sin virtud no hay desarrollo de ningún tipo.

P.D. Felicito a todos los venezolanos que se han mantenido íntegros, y que creen aun en la justicia, en especial aquellos que se encuentran en territorio venezolano, donde prácticamente es una necesidad “enchufarse” para sobrevivir.

@SLuisd3007

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Una respuesta a “El Estado depredador.”

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