Ya les he contado que soy de Maracay y hoy les vengo a hablar de que parte de la fortuna de ser Aragua, es tener la maravillosa Bahía de Cata cerca.Yo fui doblemente afortunada porque pasé parte de mi infancia entre esas torres. Mis abuelos tenían un apartamento en lo que llamábamos «Cata Privada» y los compartíamos con la familia, así que tengo mil recuerdos en esta playa.

Recuerdo el trayecto, escuchando en el carro de mis padres a José José como banda sonora, por ejemplo, y haciendo alguna paradita, en la reina de la empanada o en el pueblo para comprar algo que faltara.

Recuerdo los pintorescos autobuses, los llamados «recoge locos» y al santo que nos encomendamos cuando uno nos pasaba cerca.

Recuerdo también lo bonito que era ver desde el piso 7 la grandeza de la bahía y la ansiedad de querer «bajar» ya, mientras mis padres arreglaban todo (bendita infancia feliz y despreocupada).

Recuerdo que miles de jornadas de playa divertidas, las idas al río y hasta alguna revolcada de ola.

Recuerdo las empanadas y los tostones a pie de playa, que me sabían a gloria bendita y después de los cuales mi mamá nos decía a mi y a mi hermano «hay que reposar al menos media hora para volver a bañarse», y nuestras caras de aburrimiento, así como con la preguntadera, mi Mamá ya obstinada nos decía: «Sí, coño, ya pueden irse a bañar». También recuerdo salirme obligada del agua, arrugadita de tanto baño…

Recuerdo que ir para Catica era toda una aventura y que en el peñero íbamos asustados pero valía la pena, para así poder pasar el día en ese mini paraíso.

Recuerdo que siendo algo más pequeños, nos llegamos a medio perder, y la cara de alegría de mis viejos al encontrarnos, seguidamente del pescozón de «no te muevas de cerca de mamá».

Recuerdo que nos conocíamos todos y que tenía muchos amiguitos contemporáneos, con los que jugué a mil juegos y de los cuales aún conservo muchos, con recordatorio de esta época maravillosa.

Recuerdo también cuando ya nos íbamos, ese aburrimiento intenso que nos entraba de tener que bajar a Maracay.

Recuerdo las mil anécdotas de mi vieja en Cata, que son pequeños tesoros ahora que ya no la tengo en este plano…

Y recuerdo, el azul de su agua, su calidez y su brisita caliente, que era como una caricia. Recuerdo que ya van unos 5 veranos que no la piso y extraño todo, porque a pesar de estar en Málaga y tener una playa hermosa cerca, Cata siempre será Cata.

Foto: Alejandro Solo. @alejandrosolo1

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