
No me tome la foto en Maiquetía
Fueron dos despedidas. Dos planes de salida sin retorno. Dos miradas perdidas al Ávila soltando lágrimas cargadas de “no es más que un hasta luego”, pero en ninguna de esas despedidas se ejecutó el trillado plan: irme a vivir fuera del país.
Por: Andreína Rosal
Fueron dos despedidas. Dos planes de salida sin retorno. Dos miradas perdidas al Ávila soltando lágrimas cargadas de “no es más que un hasta luego”, pero en ninguna de esas despedidas se ejecutó el trillado plan: irme a vivir fuera del país.
En el primer intento decidí volver a Venezuela para reunir un poco más de dinero y alzar el vuelo con mayor solidez económica (risas) y en el segundo intento, con menor solidez económica pero con más ganas de emigrar, me tuve que devolver por cuestiones de salud.
Esas experiencias me enseñaron sólo una cosa, que no es cuando tu dices sino cuando buda, el cielo, el universo, la energía divina, Maracashimba o en quien sea que creas dice. En mi caso fue Dios y dios me mostró que efectivamente si los refranes tuvieran comerciales de televisión mi caso hubiese servido perfectamente para recrear el refrán: “La tercera es la vencida”, porque al tercer intento; sin despedidas, sin canciones cursis, sin lágrimas y sin foto en Maiquetía; me largué.
Me fui en aquella época cuando todavía las salidas en aviones eran más comunes que las de autobuses, o sea hace pocos meses. Me fui sin lloriqueos, ni recuerdos de Tucaca o de Choroní, nada de eso pasaba por mi imaginación, al contrario, durante todo ese vuelo y los primeros días en Miami mi mente sólo parafraseaba en presente perfecto : Esto es fácil, no entiendo esas depresiones cursis y nostálgicas de la gente, ¿Y ese para qué vino si anda llorando?, cual tristeza yo lo que ando es desprendida y afortunada, amo mi país pero tampoco es pa’ tanto. Valentina Quintero será la última en salir ya yo piqué caucho; todo ese compendio de letras en forma de pensamientos me acompañaban día tras día, hasta que la tormenta en forma de huracán María con terremoto 1.7 y maldición Dabucurí llegó a mí (sí la misma maldición del gobernador de Amazonas).
Esa mañana mis pensamientos de mujer de hierro se derretían como plástico en un incendio de sentimiento de culpa, las frases que daban vuelta en mi cabeza comenzaron a cambiar sus letras, Venezuela dejó de ser un espacio de tierra para convertirse en un país con ojos, vientre, alma, tacto y sentimiento: ya no era el país donde nací, era el país que me trajo al mundo y que me vio nacer, ya no era la arepa que me quitaba el hambre, era la arepa que me sacaba una sonrisa y me llenaba de alegría, ya no era la interminable cola de la prados del este, era mi casita rodante al lado de muchas casitas rodantes más, ya no oía a la mujer de hierro, ahora oía la voz de Gloria Estefan que no cantaba sino que gritaba “La tierra te dueleee la tierra te daaaa, en medio del almaaaa cuando tu no estás, pero al ritmo de despacito porque era lo que sonaba en ese momento en la radio de Miami.
Acto seguido ocurrió lo que se suponía no debía ocurrir, mis lágrimas empezaron a correr, mi corazón empezó a bombear, mi mirada desesperada buscaba frente al espejo el rostro de una ciudadana de primer mundo pero me estrellé contra mi misma sumergida en una inédita versión del “a moco tendido”, era demasiado tarde, irremediablemente bajo un celofán de lágrimas comprendía la canción de Gloria Estefan.
Primero es lo primero, llamar a una amiga, ¿Amiga tu que tienes tiempo acá esto es normal? – si amiga tranquila, dura los primeros 5 años después te da con menos frecuencia. Descartado. Segundo es lo segundo meditación “Dios conmigo, inhala y exhala, imagina los mares, los cielos, el viento, imagina choroní, tucacas, Margarita NOOO” Descartado. Tercero es lo tercero vive el presente, ya estás en otro sitio, baja el vidrio del carro mira a tu alrededor, es otro ambiente, estás en otro país, pero tienes que rodar más pues en el Doral hay muchas areperas y muchos maracuchos, tampoco funciona, Descartado.
Después de ese episodio desesperado pasaron muchos días, muchos meses, muchas lágrimas, muchas depresiones cursis, muchos asaltos de nostalgias y sólo pude aprender que la única forma de apagar ese incendio de culpa, esa sensación de añoranza interminable es haciendo, haciendo desde aquí, haciendo desde allá, haciendo desde esa computadora donde escribo y donde lees, pero haciendo, por ellos, por los nuestros, por nosotros, por los que se quedaron y por los que nos fuimos, porque así es la única forma de sentir que seguimos ahí, de sentir que pertenecemos, así conseguí sentir que nunca me fui y como yo no me fui por eso no me tome la foto en Maiquetía.
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