Por: Alfonzo Iannucci

Era una costumbre en mi casa escuchar la radio al despertar. Mi madre se levantaba muy temprano para hacernos el desayuno antes de ir al colegio.

Normalmente me despertaba con la coletilla de “Noti rumbos, noti rumbos, periódico impreso en la radio…” y un olor a arepa asada que llegaba hasta mi cuarto.

Mi mamá no acostumbraba encender muchas luces y el camino de mi cuarto a la cocina transcurría prácticamente en penumbras. Solo una luz tenue que provenía de la campana de la cocina, el sonido de la radio y el olor a arepa eran mi guía hacia la mesa, donde por lo general ya esperaban mis hermanos mayores aun somnolientos.

Mientras la comida estaba lista escuchaba radio novelas, noticias anunciadas con un xilófono, efemérides y alguna entrevista en un ambiente mágico y profundamente ensoñador. Costaba saber si me había despertado o seguía dormido.

Radio Rumbos fue mi compañera durante gran parte de mi infancia. De pequeño jugaba a ser locutor con voz engominada y tocaba diversos objetos buscando imitar el sonido del xilófono.

A pesar de que las noticias no eran muchas veces alentadoras la manera de contarlas y ese ambiente en el cual las escuchaba, llenaba de color desde muy temprano mi día.

Sin embargo, un día el tono de los comentaristas fue diferente. Ese día el ambiente había cambiado y la preocupación de mis padres, junto a la suspensión de las clases convirtió mi día en uno gris casi negro.

Salí con mi papá hacia Cagua para buscar algo que no logro recordar y en el regreso mientras sintonizábamos “La emisora de Venezuela”, los locutores llamaban al pueblo a salir y unirse a unos militares que se habían sublevado.

Mi papá no daba crédito a lo que escuchaba. Subió el volumen del reproductor y aceleró la marcha de la camioneta para llegar más rápido a nuestra casa, mientras desde la radio arengaban al pueblo para que se sublevaran contra el gobierno.

Tan solo minutos después, se escucharon golpes y gritos en la cabina. La señal se fue a OFF y llegando a Villa de Cura un par de helicópteros militares se cruzaron en nuestro horizonte.

Un ruido como de un rayo cayendo a lo lejos nos recibió llegando a nuestra casa y minutos después la gente por la calle comentaba que habían tumbado la antena de Radio Rumbos.

Antena que con sus 250 metros de altura, fue en su momento la más grande de Latinoamérica y que por su ubicación en Villa de Cura, llegaba a toda Venezuela y otros países de América con sus 670kHz en amplitud modulada.

Los golpistas habían tomado el control del medio más importante de Venezuela desde hace años y a través de sus operadores comunicacionales (hoy periodistas de la revolución) lo usaron en el momento “adecuado” para intentar su asalto al estado.

El gobierno reaccionó tarde y de la peor manera dejándonos huérfanos de una emisora que entretenía e informaba a millones de venezolanos aunque algunos de sus periodistas habían conspirado contra la república en el peor momento.

El daño estaba hecho. En la opinión pública los golpistas habían triunfado nuevamente. Ellos eran las víctimas y no la democracia que estaban intentando quebrantar.

Ese 27 de noviembre de 1992, caía el “Gigante Rumbos” y desde entonces mis mañanas para ir al colegio cambiaron. Ya no escuchaba la Radio aunque estuviera encendida en otra emisora. Solo escuchaba el silencio.

Nos obstante, de un tiempo para acá, cuando me despierto muy temprano y me quedo un rato en la cama, escucho a lo lejos “Noti Rumbos, noti rumbos, periódico impreso en la radio…” aunque no este encendida la radio. Aún cuando viva en otro país y hayan pasado tantos años. Aunque las realidades sean tan distintas.

Porque España no es Venezuela, ¿Verdad?

@alfonzoiannucci

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2 respuestas a “El Gigante Rumbos”

  1. Felicitaciones por ese escrito Hermano. de Radio Rumbos…Saludos ..lamentablemente se han ido muchos venezolanos como usted, profesionales.

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    1. Avatar de Diáspora Venezolana
      Diáspora Venezolana

      Muchas gracias, Domingo. Un fuerte abrazo.

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